martes, 12 de octubre de 2010

Estatua

Ser una estatua viviente es un gusto adquirido. ‘Un gusto adquirido’ es una frase reservada sólo para ‘connoisseur’s o gente adicta al crack. Tienes que tener muchas ganas de algo si tienes que hacer esfuerzos desmesurados para obtenerlo. Al principio era un pasatiempo que quería para mí, me gustaba o quería sentir lo que es ser un mueble, o una obra de arte. Digo me ha tocado ver gente que se enamora de cosas más sencillas que con un mueble o estatua. Yo quería ser esa obra de arte. Poder causar un instante cautivante sobre mis espectadores.

No sólo es difícil el buscar las pinturas en las cuales uno se cubre para parecer metálico. Sino que también encontrar las pelucas y pintarlas también, el traje que se va a usar, sin mencionar la rutina, etcétera.

Yo decidí ser un miserable. Un borracho tirando en la calle o al lado de una banca. Ya el lugar lo decidía luego. Quería por lo menos en los primeros intentos causar cierta lástima sobre la gente. A lo mejor así podría llegar más rápido a sus corazones. Así que conseguí la ropa: una gabardina y unos zapatos de piel, así como unos pantalones de mezclilla. Todo lo relacionado con la pintura tanto para la ropa. así como la usada en el cuerpo, tuve que preguntar bastante en tiendas de disfraces. Una vez con el material, me dediqué a ser creativo y a entrenar para volverme una estatua con vida.

Ser creativo de manera forzada es algo terriblemente cansado e improductivo. Puedes estar mas de tres horas sentado sin saber qué demonios hacer con un traje y seleccionar una pequeña cadena de movimientos para poder ser una estatua. Después de unas semanas, logré mi plan y mi traje estaba listo. Parecía de un verde que se ve en algunas estatuas de cobre o de acero. Me encantó.

El entrenamiento fue otro dilema. Después de fumar por tanto tiempo y no tener precisamente una rutina ligada a las actividades deportivas, el forzarme a reducir mi ritmo cardiaco, mis movimientos y sobre todo, ser coordinado, fue en definitiva, lo mas difícil para mí.

Lo intenté, sin embargo. El primer mes: Fatal. Me salí de mi personaje como veinte veces en 40 minutos. Los moscos, la incomodidad, la falta de aire, el sol. Todo distrae. Lo bueno es que quien te ve haciendo este trabajo, o actividad, te ve como un perfecto imbécil, entonces reducirles su expectativa, es muy difícil.

Hasta después de un tiempo llegué a sentirme cómodo en ser una estatua, el por fin llegar a los niveles de concentración necesarios para lograr esta actividad. El lograrlo es comparable con tratar de moverse y estar cubierto de escorpiones o arañas venenosas, o inclusive tratando de escapar de un león dormido. Pero el momento que se causa una sorpresa, un suspiro o tan siquiera percibir las más pequeñas reacciones de todas las personas que te ven como un objeto, pero con uno con el que un instante; al menos un y singular instante se pueden relacionar con él. Con otro testigo de un milagro. Con un cómplice de un secreto que se revela ahí mismo. Un acto de vida que te elige a tí para presenciarlo.

Ahora que lo pienso, esto llegó a prepararme a ese final que le puede llegar a uno. Aunque ahora no soy sólo más que un objeto en esta cama. Una vez mas un mueble. Ahora no me molesta ver el mundo que gira a mi alrededor. Ni la lástima que he podido generar. Sino esos instantes de contacto. Esa sinceridad que se puede lograr sólo con una acción consecuente. Y aquí acostado, la única acción que espero es no tener ninguna que hacer después. Un eterno sueño.

El pensar en tiempos donde hacía esto con un objetivo en mente, solamente me trae recuerdos, y esos recuerdos son lo único que tengo ahora.

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