martes, 19 de octubre de 2010

+80 dB

“Por supuesto que no era un caso grave, pero es que este hombre es un feo de antología”, pensó el médico.
Se meció los cabellos en forma intencionalmente histriónica, quería adelantarle la noticia. “Si quieres esperar en el consultorio, Ventura”.
El paciente salió y lo dejo en la sala de pruebasque usaba con sus pacientes o con los de otros otorrinos que no podían pagar la cabina y el equipo de diagnostico. El tiempo de espera y el sonido regular y punzante de la impresora de matriz de puntos que imprimía una gráfica con los resultados lo puso a reflexionar. (...)

martes, 12 de octubre de 2010

Estatua

Ser una estatua viviente es un gusto adquirido. ‘Un gusto adquirido’ es una frase reservada sólo para ‘connoisseur’s o gente adicta al crack. Tienes que tener muchas ganas de algo si tienes que hacer esfuerzos desmesurados para obtenerlo. Al principio era un pasatiempo que quería para mí, me gustaba o quería sentir lo que es ser un mueble, o una obra de arte. Digo me ha tocado ver gente que se enamora de cosas más sencillas que con un mueble o estatua. Yo quería ser esa obra de arte. Poder causar un instante cautivante sobre mis espectadores.

No sólo es difícil el buscar las pinturas en las cuales uno se cubre para parecer metálico. Sino que también encontrar las pelucas y pintarlas también, el traje que se va a usar, sin mencionar la rutina, etcétera.

Yo decidí ser un miserable. Un borracho tirando en la calle o al lado de una banca. Ya el lugar lo decidía luego. Quería por lo menos en los primeros intentos causar cierta lástima sobre la gente. A lo mejor así podría llegar más rápido a sus corazones. Así que conseguí la ropa: una gabardina y unos zapatos de piel, así como unos pantalones de mezclilla. Todo lo relacionado con la pintura tanto para la ropa. así como la usada en el cuerpo, tuve que preguntar bastante en tiendas de disfraces. Una vez con el material, me dediqué a ser creativo y a entrenar para volverme una estatua con vida.

Ser creativo de manera forzada es algo terriblemente cansado e improductivo. Puedes estar mas de tres horas sentado sin saber qué demonios hacer con un traje y seleccionar una pequeña cadena de movimientos para poder ser una estatua. Después de unas semanas, logré mi plan y mi traje estaba listo. Parecía de un verde que se ve en algunas estatuas de cobre o de acero. Me encantó.

El entrenamiento fue otro dilema. Después de fumar por tanto tiempo y no tener precisamente una rutina ligada a las actividades deportivas, el forzarme a reducir mi ritmo cardiaco, mis movimientos y sobre todo, ser coordinado, fue en definitiva, lo mas difícil para mí.

Lo intenté, sin embargo. El primer mes: Fatal. Me salí de mi personaje como veinte veces en 40 minutos. Los moscos, la incomodidad, la falta de aire, el sol. Todo distrae. Lo bueno es que quien te ve haciendo este trabajo, o actividad, te ve como un perfecto imbécil, entonces reducirles su expectativa, es muy difícil.

Hasta después de un tiempo llegué a sentirme cómodo en ser una estatua, el por fin llegar a los niveles de concentración necesarios para lograr esta actividad. El lograrlo es comparable con tratar de moverse y estar cubierto de escorpiones o arañas venenosas, o inclusive tratando de escapar de un león dormido. Pero el momento que se causa una sorpresa, un suspiro o tan siquiera percibir las más pequeñas reacciones de todas las personas que te ven como un objeto, pero con uno con el que un instante; al menos un y singular instante se pueden relacionar con él. Con otro testigo de un milagro. Con un cómplice de un secreto que se revela ahí mismo. Un acto de vida que te elige a tí para presenciarlo.

Ahora que lo pienso, esto llegó a prepararme a ese final que le puede llegar a uno. Aunque ahora no soy sólo más que un objeto en esta cama. Una vez mas un mueble. Ahora no me molesta ver el mundo que gira a mi alrededor. Ni la lástima que he podido generar. Sino esos instantes de contacto. Esa sinceridad que se puede lograr sólo con una acción consecuente. Y aquí acostado, la única acción que espero es no tener ninguna que hacer después. Un eterno sueño.

El pensar en tiempos donde hacía esto con un objetivo en mente, solamente me trae recuerdos, y esos recuerdos son lo único que tengo ahora.

martes, 5 de octubre de 2010

Escafandra

Maestro,

Complementando los reportes preliminares y en respuesta a la petición que el Auxiliar de la Región me hizo llegar, me permito ponerlo al tanto de los hallazgos más recientes con la siguiente glosa. Como podrá constar, es una versión corta y anotada del Informe Completo al que su Eminencia tiene acceso.


Glosa

“La última enseñanza de los viejos debe ser el uso de la Escafandra” dicta sin mayor detalle la inscripción en el material aún indeterminado (Número de probeta BV189). Esto plantea dos inconsistencias infranqueables que figuraron en el informe adjunto en este mensaje.


o o o Solamente un retrasado mental o un discapacitado estaría imposibilitado (teóricamente) de utilizar el equipo que mantenga sus signos vitales en sincronía. La comprobación de esta aseveración es necesaria, pero requiere de un informe más extenso que no incumbe a los fines de esta misiva y en cambio es de naturaleza reprobable por las razones que todos conocemos.


o o El supuesto uso de tan sólo una operación básica liga al redactor con una cultura que se caracteriza por poseer un pensamiento mítico- mágico que suponemos existió en la región hace miles de años; los cadáveres de estos seres se han encargado en desacreditar sus creencias y confirmar lo que el sentido común sugiere.

A pesar de dichas evidencias, sugiero vehementemente que en vez de tomar la alternativa sencilla de burlarnos de esas mentalidades sencillas, tratemos de entender los mecanismos sencillos y burdos que caracterizaron a estos humanoides como manifestaciones de un orden superior. El óxido y el hollín, esas perillas y cerrojos manuales (se anexan diagramas), y en forma general esa forma cuasi humana pero desdibujada nos repugnan porque muestran nuestra humanidad desnuda y acabada ¿Quién no recuerda aquellos perfiles de caratulas raspadas y sujetas por gruesos hilos de cobre? ¿Usted concuerda conmigo en que ese espectáculo es más apto para el rastro que para un museo?
A pesar de ese horror, en nuestro ciclo interior reconocemos los mismos rasgos esenciales que a nos constituyen y que descubrimos hasta en las superficies más hermosamente pulidas de la nación. Su brillo no es como el nuestro, esa materia les antecede con un aire cansino y espeluznante; no hay laca que aminore esto de forma creíble.
No alcanzo a comprender cómo llegaron a creer que sus cuerpos funcionarían para siempre, que la vida les había sido dada sin el don del trabajo. Estudios señalan que estas culturas sostenían la idea de la vida sin el reabastecimiento periódico como una negación a su verdadera naturaleza humana. Aunque es imposible determinar con exactitud la longitud de sus vidas, podemos imaginar que esa actitud anti-natura que tuvieron desde el día 0000 debió privarles de vidas largas y sin sobresaltos.


o. El resto de los hallazgos, por su relevancia, no ameritan mayor mención en esta glosa.
Estudiante H


Maestro,


Conozco los límites de mi labor y estoy al pendiente del peligro inherente a esta actividad, también creo que este tema no puede despertar el interés más que de algunos eruditos. Me sorprende que los sigan llamando “esperpentos”, olvidando todo rigor académico. Yo me ciño a mis atribuciones y a los detalles de esta exploración que finalmente empieza a arrojar resultados lustrosos.
Debajo de la inscripción había un dibujo de un mapa oculto por material vegetal que estamos en proceso de descifrar, es justo decir que no tenemos precedente similar, hasta antes de estas imágenes no había ningún indicio del desarrollo de imágenes a tal nivel de detalle. De manera sencilla puede cuantificarse en un espesor de los trazos considerablemente menor al del tamaño de cualquiera de las extremidades de los especímenes recolectados. Sin el don de las herramientas podemos descartar esta posibilidad.
La imagen es curiosa a todos los excavadores aunque haya causado más risas que asombro. Todos, incluyéndome, ignorábamos la naturaleza de la imagen hasta que alguien reconoció en los dibujos los pliegues de las montañas Hyugh y Ghyyun del hemisferio norte;el descubrimiento se hizo gracias a la peculiar forma que estas guardan entre sí. Lo extraordinario y quizás revelador de la psique de esta cultura es que la mayor parte del sistema de cordilleras están dibujadas en tonos azules y con una serie de símbolos que no hemos podido descifrar. Es como si quisieran indicar una zona de agua inmensa, un mar que jamás el hombre pudo haber conocido y menos en esta parte del planeta.
¿De dónde proviene el estado de negación de estas criaturas que creen ser algo que no son y estar en un lugar que no existe?
Estudiante H


Maestro,


Dada las circunstancias debo apelar a la razón para justificar las respuestas que usted espera de mí, y sin embargo no tengo más defensa que la del hombre que arguye que no sabía lo que hacía. Y debo aclarar, sí lo sabía, no hay razones para cancelar este programa. Controlamos los signos de locura, pero nunca podremos evitarla. Tal vez estos seres, en los que yo guardaba alguna esperanza ni siquiera intentaron restringirla.

¿Cómo conciliar el sueño después de la abominación que encontramos? No puedo, apenas si mis brazos tienen la fuerza de reabastecerme, es como si me pesarán demasiado. Debe ser la culpa de haberle revelado esas imágenes al resto de la exploración sin ningún pudor. Me falló el juicio del censor más elemental, debí pensar en los demás pero sólo me sujetaba a la fantasía del Edén que creí ver en ese mapa.

Pero esas cuevas, en esas montañas no guardaban sino lo opuesto: un lugar donde perdimos el lustro y ligereza de nuestras pieles. Abatidos, sujetos al piso por una fuerza inquebrantable yacimos clavados al suelo y viendo el horror de aquellos seres desollados y sujetos a una pared por unos ganchos ¿Haberse despojado y abandonado de su humanidad como si fuera un abrigo?

Y al pie de esa atrocidad los despojos, las tripas repugnantes que somos hasta que nos apropiamos de nuestros cuerpos, pero recrudecidos por el tiempo y la pesadez de ese ambiente asfixiante.

Estudiante H

martes, 28 de septiembre de 2010

Abdiel

Sarahí se abalanzó deprisa dentro de un lócker y se tapó la boca para no gritar. Una pequeña rendija le proporcionaba una mirada a lo que había fuera. Sarahí temblaba. A pesar de las pocas fuerzas que le quedaban por no haber comido en tres días, temblaba. Y el estómago se le revolvía por la sustancia que le habían hecho tomarse hace dos horas; algo como un laxante, pero con efecto contrario haciendo que lo del estómago saliera por la boca. Sarahí sintió ganas de vomitar de nuevo, pero como no había nada que vomitar, sólo se encogió en un estruendo de dolor.

Su corazón casi de detuvo cuando una silueta abrió la puerta y avanzó por el pasillo con pistola en mano. Al verlo, Sarahí se dio cuenta de que era Peña, su maestro, el mismo que la había citado tres días atrás y la había sedado. La chica comenzó a respirar violentamente, muy deprisa, al borde de la histeria. Peña caminó despacio por todo el pasillo y justo cuando estaba a punto de irse, se detuvo. Sarahí cerró los ojos, envueltos en lágrimas. Todo acabaría en unos momentos, ya fuera con ella escapando o muerta encima de la mesa del ritual. Como fuera, su agonía no duraría ya mucho.

De pronto se escuchó un estruendo de algo que se cayó en el salón de al lado. Peña de inmediato giró en esa dirección y avanzó deprisa. Sarahí permaneció unos minutos sin saber qué hacer. Eran demasiados allá afuera, todos los maestros reunidos daban un total de doce personas contra ella. Pensó en correr, pero la salida tenía cerrojo. Tal vez hubiera una ventana que pudiera quebrar, si sólo lograba concentrarse y pensar.

La puerta se abrió de nuevo. Peña regresaba acompañado de Estrada.
-¿Cómo chingados dejaste que se te escapara? –gritó Peña molesto y ansioso.
-El consejo podrá castigarme luego - dijo Estrada y le enseñó su reloj de mano-. Si en cinco minutos no corre la sangre de la chica…

La frase fue interrumpida por un sonido gutural de Sarahí. La chica se llevó la mano a la boca demasiado tarde, ya había escapado el gemido de su cuerpo que le pedía vomitar. Peña la sacó a la fuerza, tomándola del brazo. La chica comenzó a lanzar patadas, llorando.

Estrada estiró el pelo de la chica con violencia, lastimándole el cuello y haciendo que ella viera la magnum que descansaba en su cintura. Sarahí la tomó de inmediato, le apuntó al pecho a Peña y disparó.

Peña cayó al suelo, herido de muerte y Estrada soltó a la chica por la sorpresa. Sarahí salió corriendo hasta que un dolor punzante en la pierna la hizo caer. Cuando ella volteó, vio a Estrada apuntándole con la pistola de Peña. La bala había atravesado la rodilla de la chica, matando cualquier ilusión de escapar. Sarahí soltó un alarido de dolor, llorando. La sangre fluía con rapidez. El mundo entero se nubló, dejando sólo el dolor de sus nervios y huesos rotos. Sarahí escuchó la pistola cerca de su cabeza, amartillando.
-No seas imbécil, la necesitamos viva –contestó una voz a lo lejos, Sarahí no sabía quién. La chica tomó la pistola que traía en manos y la dirigió a su sien. Una mujer exhaló en sorpresa.
-¡Quítenle la pistola! –gritó alguien.
-Si se acercan, disparo –contestó Sarahí con una voz que también se le hacía lejana. No sabía que estaba haciendo, pero tampoco tenía tiempo de pensar. Sólo quería que el dolor se fuera.
-¡La purificación de los tres días está completa, no podemos detener el ritual ahora! Tenemos que llevarla al altar.
De pronto el lugar se oscureció y Sarahí pensó que al fin estaba desmayándose, pero el temblor de la tierra la hizo ver que algo más estaba pasando.
-¡Abdiel! –gritó una mujer aterrada.

Todo se convirtió en caos en cuestión de segundos. Los maestros comenzaron a correr tratando de salir, pero las puertas del pasillo estaban atascadas. Del suelo se abrió un hoyo y salió una figura deforme de ojos negros. Una maestra se arrodilló frente al monstruo, suplicando. Sarahí observó entre nubes cómo el ser le arrancaba la cabeza de un tirón y la tiraba como si fuera basura. Después de esto, el cuerpo de Sarahí no dio para más y cayó rendido, sangrando. El demonio descuartizó a todos los que habían fallado con el sacrificio, pero a la ofrenda perdida no la tocó, pues ese era el delito en sí. Ella había vivido a cambio de la vida de los demás.